viernes, 7 de septiembre de 2012

Rincón literario


Locura ¿Creación o destrucción?

Me he preguntado en muchas ocasiones ¿Qué es la locura? ¿Qué tan afectado estoy por el juicio que emiten muchas personas por no actuar como ellas, por no ser como los demás? lo llamado “normal”. Las historias de locos son una ruta analítica para acercarnos a esa multitud errante que pasaba por instituciones pensadas para el supuesto “control” de las conductas disidentes.

A la locura la ven como una enfermedad y yo no lo creo así, es algo que va más allá del pensamiento, de la razón obvia, de lo que no puede percibirse, no necesita del verso o la prosa para ser plasmada. A raíz de la influencia historiográfica ejercida por Historia de la locura en la Época Clásica (1964) de Michel Foucault e Internados (1961) de Erving Goffman, hubo un creciente interés por analizar la complejidad histórica y social de la locura en diferentes espacios y momentos históricos.

La locura es para mí… ¿Cómo decirlo? ¿Cómo expresarlo? Es el arte de crear o destruir, la capacidad de transformar a un ser humano, es tener una nueva perspectiva de lo que otras personas no pueden o se atreven a hacer. Por eso recurro a pensadores y escritores, a creadores y destructores de corrientes filosóficas, para plasmar el sentir, el pensar, el entender mi locura.

Los escritos de Schopenhauer sobre la locura anticipan la teoría de la represión de Freud y su primera teoría sobre la etiología de las neurosis. La obra de Schopenhauer contiene aspectos de la futura teoría de la libre asociación. Y lo que es más importante, Schopenhauer anticipa la mayor parte de la teoría freudiana de la sexualidad. Estas correspondencias plantean algunas interesantes dudas sobre la afirmación de Freud de que él no había leído a Schopenhauer hasta los últimos años de su vida.

"En el Espíritu del tiempo [Zeitgeist] de cada época hay un afilado viento del este que sopla a través de todas las cosas. Yo puedo encontrar huellas de ello en todo lo que se ha hecho, pensado y escrito, en la música y en la pintura, en el florecimiento de este o aquel arte: deja su marca sobre todas las cosas y
sobre cada uno" (Arthur Schopenhauer)

¡Oh! Genios que inspirados en musas crearon obras de arte, ¡Oh! “locos” que acabaron con dragones y gigantes que a su paso aparecían, divinos seres llenos de locura, que con valentía rescataban doncellas en torres de castillos.

Dichosos aquellos que salen de la realidad que los aqueja o atormenta, un buen juicio empieza desde la decisión que toma el ser humano para bienestar o perjuicio de cada uno de nosotros.

Ojalá me llamaran loco, ojalá vean que tengo un don y lo puedo plasmar en una obra, no soy un Gustavo Adolfo Bécquer, tampoco un Edgar Allan Poe, tal vez estoy loco, creyendo que con estas palabras que llenan no solo una hoja de papel, también llenan un egocentrismo, el de ser leído, el de hacer llegar con letras un sentimiento que para muchos no es normal.

Afortunadamente la Castañeda ya no existe, lugar donde se trataba a las personas “locas” los cuales sufrían de abusos, de violencia y de otras cosas ¿qué pabellón, qué lugar me habría tocado a mí? Tal vez una celda de aislamiento con una rejilla por la cual me vigilaran para no escribir lo que ahora escribo. Han pasado muchos años desde 1910, donde se utilizaba con dos funciones principales asilo y como hospital psiquiátrico de enfermos mentales de ambos sexos, de cualquier edad, nacionalidad y religión. Un objetivo secundario fue proporcionar enseñanza médica mediante la participación de las clínicas de psiquiatría en sus pabellones.

La poesía es la exaltación de los sentimientos, no quiero morir de amor, quiero vivir esta locura, pero, que sea a tu lado, si el amor es una locura, seremos muchos a los que nos llamen locos, por sentir lo que otros no han sentido o no han podido comprender.

Mi locura va más allá, no entraría en el pabellón de los imbéciles, epilépticos o infecciosos, sería un loco diferente, podría decir que el concepto schopenhauriano de voluntad contiene los fundamentos de lo que en Freud llegarán a ser los conceptos del inconsciente y del Ello, debido a que mi inconsciente no permite pensar de una manera similar a los demás, busco en lo profundo de mis sentimientos y la mente vaga por dimensiones desconocidas para muchos.

¿Cómo bajarte una estrella? ¿De qué manera te ofrezco el cielo y el corazón? No es poesía, es locura, esa locura llamada amor, quien no lo entiende es porque nunca ha soñado, nunca ha imaginado y aún sigo preguntando en un silencio que mata, que agobia al pensamiento ¿Qué tan loco estoy?

En el siglo XIX, algunos temas generales eran muy frecuentes, y ninguno de ellos más que el de la voluntad y la conciencia. Estos temas pueden haber alcanzado en Freud su máximo desarrollo, como algunos han sugerido, pero no tienen su comienzo en él ni tampoco en Nietzsche. Podía hablar con Émile Durkheim y decirle que de alguna manera se equivocó al ver una salida en la religión y la moral para justificar lo que debe hacer la sociedad. Durkheim entiende a la sociedad como una realidad espiritual que no puede reducirse a la mera suma de los individuos que la componen. Las leyes que rigen esta realidad espiritual difieren de las que rigen la psiquis del individuo. La tarea del científico social consiste, justamente, en estudiar las representaciones colectivas (derecho, moral, religión, etc.) que la sociedad impone al individuo.

Mi mente vaga al pensar en ti querida locura, en buscar salirme de los estándares de la capacidad “normal”, inferir de muchos seres que hablan y predican la cordura, la lucha entre el bien y el mal, entre la razón, lo lógico y lo anormal.

El legado de Sigmund Freud es haberle encontrado un sentido a la locura, es haber reconocido en la locura una pérdida de la subjetividad del hombre y haber entrevisto la posibilidad de un método por el cual se resolvieran los síntomas y las enfermedades del hombre.

En la rama de la filosofía existían algunos conceptos que luego acuñó Freud como el concepto del "inconsciente", pero el inconsciente freudiano es específicamente una invención de Freud, no como creador, sino para darle un nombre, ya que no es posible demostrarlo de una manera que pueda ser vista, plasmarla en un objeto o que se presente en el interior de nuestro cerebro, por eso se dice que es un descubrimiento de Freud.

Llámenme loco, no me importa, al contrario, es un orgullo y un honor tener ese rango en la sociedad común, poder llamar mortales a aquellos que no ven más allá de su nariz, aquí en este espacio, en esta penumbra donde escribo ahora, me convierto en un Dios, uno que puede hacer reír o llorar y tal vez también enamorar.

Hubo una época donde el psicoanálisis se ocupó en buscar el desarrollo del mundo interno, todo ocurría dentro del individuo, aunque llovieran bombas. Lo importante era lo que le pasaba adentro del mundo psíquico del paciente.

Mi mente vaga, mi mente viaja por lugares que alguna vez oí nombrar, me inspiré y al soñar me encontraba ahí, en ese tiempo y en ese espacio, el cual no era el mío, al cual no pertenecía, no era parte de la realidad aunque para mí lo fuera; no trato de convencer a nadie, no intento que me crean que la locura es una razón para existir.

Aunque existen diversos, múltiples tipos de locura, en el amar me quiero centrar, no es cuestión de idolatrar a la diosa del amor o expresar con belleza incalculable el perfil de una mujer, que con cuerpo perfecto la locura pudiera aparecer.

Quiero hacer poesía, quiero perder la razón, quiero que me llamen loco, quiero llorar de emoción, que al recitar estas líneas obtengan un desequilibrio mental, quiero adentrarlos a mi mundo, a este mundo irracional, donde hasta el más cuerdo se atreva a imaginar.

Locura, amiga inseparable de creadores y destructores, de gente sabia que no codicia la cordura de los demás,  exterminadora de pequeñeces y conformismos, no escribo solo para nombrarte o promoverte, sino para justificar el porqué escribo, siento y pienso.

No sé cuanto estoy creando o destruyendo al plasmar esta idea de hacer poesía, de involucrar sentimientos e ideologías, no me gustaría que lo vieran como ensayo o como un escrito más, en un papel sin valor que termine en la basura, al contrario, mi locura me dice que puede trascender más allá de cuatro paredes que me rodean y me encierran para dictarme lo que tengo que escribir.

Locura, maravillosa presencia espiritual que sin necesidad de pastillas, sustancias o cualquier tipo de estimulante, te presentas ante muchos que te ignoran o te hacen a un lado o con otros (como yo) que te abrazamos ye te recibimos con respeto, admiración y cariño. La interpretación de los sueños (1900) alude a la obra de aquel en tres ocasiones. Ciertamente, el Espíritu del tiempo (Zeitgeist), en los términos del propio aforismo de Schopenhauer, sopla "como un afilado viento del este" a través de la época de Freud.

No es el final de la escritura, pero sí de éste escrito, te nombro, te llamo a gritos, te invoco de mil maneras para que te presentes ante mí para crear o destruir, solo tú puedes decirme que hacer, solo tu deshaces mi cerebro, lo acomodas de tal manera que puedo hacer de cosas pequeñas cosas inmaculadas.

Se ha hablado de una “fabricación de locura” para designar aquella práctica que consiste en asignar etiquetas psiquiátricas -rotular- a personas que son extrañas, que plantean un desafío o que representan una supuesta plaga social.

El escribir, el difundir, si es una locura viendo este pueblo tan inculto que con trabajos sabe leer e interpretar ideas, conceptos que no son dictados por su cerebro, por su sapiencia, sino por una sociedad que reprime todo aquello que está fuera de lo “normal”. Durkheim nos habló del suicidio culpando a la sociedad, Schopenhauer de la voluntad, Freud de  ello y yo de la locura, esa razón por la que creamos y destruimos.

Gracias te doy locura por existir y estar presente en mi vida, espero con tu ayuda contagiar a las personas que lean este escrito, este intento de poesía para alguien tan peculiar como lo eres tú, gracias por permitirme llenarme de ti y al final poder escuchar las voces al unísono, hay que estar loco para leer o escribir esto a lo que le denominaron poesía, ese tipo está loco y lo mejor, ese tipo soy yo.

 

Jorge Víctor Rodríguez